Y mis manos están manchadas de sangre, no tuve piedad al acabarte, vi el miedo en tus ojos y sentí como el placer en mi cuerpo comenzo a recorrerme.
Lamí cada centímetro de tu piel para probar el sudor que emanaba, clave mis dientes en tu cuello y tu sangre comencé a beber.
Tu llanto se volvió de cierta forma irritable, pero me incitaba a destrozarte, fueron mis garras las que te desgarraron, tu piel era como finas hebras de seda que descocía al ser jaladas, poco a poco tu carne pútrida se volvió, tu vida en la tierra gracias a mi fue un infierno y ahora eres una martír en el cielo.
Me rio al recordar todo eso, me preparo para otra noche.
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